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LAS SALAS ALTERNATIVAS

¿Qué realidad atraviesan las Salas Alternativas en Argentina?
No podría hablar de las salas Alternativas o independientes (como aún suelen llamarlas por aquí) en Argentina porque es un territorio inabarcable y porque las circunstancias que viven las salas de la Ciudad de Buenos Aires -que es donde está afincada la mayor proporción de salas alternativas y donde desarrollo mayormente mi actividad- y las del resto del país, es muy disímil y sus contextos muy variados por lo que solo me remitiré a las primeras.
En ese sentido y respondiendo a la primera pregunta, podría decir a favor de las cerca de 250 salas alternativas de la Ciudad de Buenos Aires que considero loable el esfuerzo denodado  que realizan los responsables de muchas de ellas para mantener sus salas en funcionamiento sin que el estado los acompañe como correspondería desde una política cultural estratégica y sustentable a mediano y largo plazo.
También me parece admirable, la fuerza y el empeño colectivo que pusieron (y siguen poniendo) para defender sus derechos luego del suceso trágico de Cromañón de 2004 que obligó a muchas de estas salas a adecuarse a ciertas “normas” edilicias y de seguridad que les impusieron las autoridades municipales o a desaparecer o también, la garra y el empuje que tuvo el Colectivo Escena desde 2009 a la fecha para lograr que una serie de pequeñas salas y espacios no convencionales pudieran abrir sus puertas a pesar de las leyes antediluvianas que se los impedían.  
En contra, podría señalar que muchas de estas salas-no todas, claro está-  surgen sin que sus responsables (mayormente directores, actores o colectivos teatrales) tengan claridad de para qué, por qué y para quienes hacen lo que hacen,  lo que las lleva a gestiones muy improvisadas y fundamentalmente, a tener que dedicarse más a cuestiones administrativas -para las que no se encuentran preparados los creadores y artistas- que a cuestiones de índole estéticas o artísticas de su programación.

¿Tienen problemas para aguantar económicamente?
Es algo totalmente inherente a este sector. Podría señalar que aunque muchas de estas salas suelen recibir apoyos de organismos públicos nacionales y municipales a manera de subsidios, es muy común escuchar a los responsables de esas salas decir que los montos que reciben no suelen alcanzar más que para hacer frente a los costos fijos de dos o tres meses del año y no más y eso sin contar con  que dichos dineros siempre llegan con meses de retraso. Ni que hablar de las salas que no cuentan con ningún tipo de apoyo económico, ya sea porque no cumplen con los requisitos mínimos que aquellos organismos exigen  o porque sus responsables prefieren mantenerse al margen de cualquier apoyo de índole pública o estatal.
 A todo esto hay que sumarle que los dineros que perciben del porcentaje de las recaudaciones suelen ser insuficientes lo que ha llevado a muchas salas alternativas a tener infinidad de espectáculos para poder subsistir lo que las transforma en una especie de “multikiosko” o “fábrica de chorizos”, como les suelo decir. Otras se vieron obligadas a cobrar seguros fijos o alquileres a las compañías o elencos teatrales lo que les generó cierta enemistad con estos últimos que tampoco las tiene fácil.

¿Tienen problema para llenar la sala en las representaciones?
“Llenar la sala” diría que es un término desconocido entre la mayoría de las salas alternativas de la Ciudad de Buenos Aires. Obviamente que hay excepciones a esto que parece una regla no escrita. Sobre todo cuando en estas salas se presentan directores, actores o compañías alternativas legitimadas -o de cierto renombre o prestigio contrastado- que pueden llegar a tener una importante y continua afluencia de público aficionado. Por el contrario y lamentablemente, lo normal suele ser que la mayoría de las 250 salas alternativas de la ciudad  no llegue a ocupar más de un 25 o 30 % de las 50 o 100 butacas que tienen disponibles a la venta.
Esta compleja situación, de carácter ya crónico y según mi entender bien difícil de solucionar a corto y mediano plazo, puede deberse quizás a la a veces indiscriminada oferta de subsidios estatales que, desde 1997 a la fecha, viene generando una creciente y desmesurada sobreproducción de espectáculos alternativos en la Ciudad de Buenos Airesen relación a la escasa proporción de espectadores que suele acudir a ver este tipo de espectáculos. Y ojo que con esto no quiero decir que el Estado no debe apoyar al teatro independiente o a la cultura en general. Es su obligación. A lo que me refiero es que debiera hacerlo con más criterio selectivo, con sentido de proyección a futuro y con estrategias de captación de públicos que faciliten esa relación bidireccional que todo espectáculo debe tener con su público.

¿Qué tipo de público asiste y qué tipo de producciones se representan en estas?
A pesar de ser la Ciudad de Buenos Aires una de las cuatro capitales del mundo con más actividad teatral, detrás de Nueva York, Londres y Madrid, no suelen  existir estudios serios ni estadísticas formales sobre las cantidades,  características o comportamientos de los públicos del teatro en la Argentina y menos en lo concerniente al teatro alternativo.
Aún así podría arriesgarme a decir, por lo que veo como asiduo espectador, que el público de la escena alternativa suele ser en promedio joven de entre 20 y 40 años, clase media y menormente, media-alta, con cierto nivel de estudios -muchas veces vinculado a las Artes Escénicas o a estudios humanísticos-, mayor proporción de mujeres que de hombres, con ganas de ver estéticas arriesgadas o innovadoras,  etc.
En cuanto a las producciones que se presentan en estas salas te diría que es muy diversa y variada tanto como sus perfiles de programación que pueden ir desde espectáculos experimentales a clásicos revisitados, desde obras nacionales hasta obras extranjeras y de autores usualmente nóveles, desde estéticas convencionales hasta apuestas muy innovadoras o hasta crípticas y para muy pocos, desde lo que está de moda hasta puestas rupturistas, desde unipersonales hasta obras de elenco numeroso, etc., etc.   

¿Sabe si en los últimos tiempos algunas de estas salas se han visto obligadas a cerrar?
Lo que señalaba antes sobre Cromañón en el 2004 obligó a cerrar muchas salas que no podían cumplir con las nuevas normas que el estado de la ciudad le imponía. Otras cerraron sus puertas por problemas económicos o financieros –generalmente, por no poder sufragar el alquiler mensual o los costos fijos-. Otras tantas porque el director o actor -responsable de la sala- se cansaba de dedicarse a administrar algo para lo que no se encontraba preparado en lugar de dedicarse a crear.
De todos modos, una de las maravillosas características del teatro alternativo es que, como puede desarrollarse en espacios no convencionales como casas, galpones, pequeños comercios abandonados, se cierran diez salas pero por otro lado se abren otras 30 o más...   

¿A dónde va la mayoría del público? ¿Prefieren las salas comerciales?
Como expresé antes no existen estudios ni estadísticas pero, de ciertos datos aislados y de lo que yo percibo como espectador, podría pensarse que la mayoría de los espectadores acuden a las salas del circuito comercial. Te diría que, si hablamos de porcentajes relativos, un 70 % aproximado suele asistir a ese circuito, un 20 % al teatro público y un 10% al alternativo.

GUSTAVO SCHRAIER
Productor ejecutivo y artístico
Docente de gestión y producción escénica
Ciudad de Buenos Aires, enero de 2012

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